El reloj nunca se para a las siete.

Allí estaba él en el ángulo olvidado de la taberna, ocupando una mesa para uno, con su mirada confusa…  Todo el pueblo lo conocía, al hombre de la piel cetrina, todos habían oído sus pasos solitarios, sus suspiros desesperados, todos pudieron cruzar la mirada con el hombre que no se hallaba en el reflejo, así se llamaba él mismo, el hombre que no era tal, sino más bien la sombra de este. Con su capa negra, gastada burlaba a la noche, y en la oscuridad solo emitían luz sus ojos, una luz borrosa e inexpresiva.
Nunca tomaba nada en la taberna, tan solo se limitaba a musitar extraños sonidos, que un día fueron palabras. Cuando la niebla de la madrugada se apoderaba de las calles cogía su capa, y se marchaba para perderse entre las brumas, pero antes se miraba en el espejo del vestíbulo y decía con un hilo de voz melancólico, no me hallo.
Lo vi en varias ocasiones, aunque no fueron pocas las veces que se perdía sin dejar rastro. Nunca entendí el padecimiento de aquel hombre, que vivía atormentado entre las tinieblas, no lo entendí por mucho que quise, tal vez porque todavía no había vivido el desierto de la desolación. Y se quito la vida, en algún lugar, y se olvidó su recuerdo, y su mesa fue ocupada nuevamente, pero ya no por él, y su mirada quedó intacta en algún  lugar de mi memoria.
                Su casita, estaba siendo comida por los días que pasaban veloces, sin que nadie ni hiciera algo, entonces tuve el valor o a lo mejor el descaro de entrar en ésta, de profanar el mundo de los muertos, de profanar el mundo del dolor que todavía no me había tocado vivir. El papel de pared desprendía un olor especial, no de viejo, un olor mágico como de tiempo, cargado de recuerdos. En el pasillo colgaban algunas fotos, desde su más tierna infancia, hasta su madurez, con una familia, con una ilusión por vivir que yo desconocía de él…
Y llegué a su habitación, y su cama estaba aún sin hacer, como si hubiera despertado esta mañana, y hasta conservaba el calor de su última noche pero eso no era así. Y entre el desorden del habitáculo encontré unas hojas, una carta, una carta de despedida.
                Me voy de donde nunca estuve, me voy de este mundo, porque ya sé bien que no te podré encontrar. Te perdí, pero simplemente porque yo quise, quise probar a vivir sin ti, y ahora sé que no puedo, porque tú eras parte de mis entrañas. Te dejé en algún beso, en alguna caricia, te abandoné cumpliendo una meta que tu no podías alcanzar, y en tu lugar vino un inquilino que se ha apoderado de mi existencia, empecé a sentir vergüenza, empecé a verme distinto, sin ti era limitado, porque él me acortaba y me amargaba hasta convertirme en aire, en suspiro, en nada. Sin ti me perdí, me sumí en mi tristeza… Y el recuerdo se hizo amargo porque él, se encargó de recordarme que fue mi culpa, mi culpa… Y cuando escucho las lágrimas del cielo caer sobre la hierba, cuando oigo la melodía de unas teclas de marfil, te siento cerca, y cuando como un niño indefenso lloro esperando un cálido abrazo tras mi fragilidad te encuentro, y sé que existes, pero ya no estás conmigo…
Vivir una vida que está muerta….
Dejar de sentir el tacto cálido de tu mano.
Perderte, perderme…
La perdí y me perdí,
La busco, no la hallo,
¿Por qué un día la tuve que decir adiós?
La inocencia escondía mi fragilidad
Mi miedo…
Y cuando la perdí
Tan solo me hice aire
Suspiro
Nada…
Él dolor se vive y después se sobrevive, pero sin ti tan solo me  ha tocado morir, morir de sufrimiento.
El hombre que no se hallaba en el espejo… El hombre que murió de dolor, el hombre que quiso ser siempre niño, ahora lo entiendo algo mejor…  El miedo a enfrentarse a una vida que no es ni dura ni blanda, ni dulce ni amarga, que es vida y que conlleva a vivirla, en un viaje que se hace solo, aceptándonos como tales, perdiendo personas, sentimientos cada vez que dejamos etapas… el miedo a sufrir, a hacerse mayor, a adoptar la responsabilidad de vivir, fue la única razón que acabó con su existencia, una existencia que quiso ser siempre parte de la etapa inocente, de la etapa fácil, pero que no pudo, porque el reloj nunca se para a las siete.

2 comentarios:

  1. Pff es muy triste pero hermoso... te felicito. Esta entrada me gustó especialmente (L)

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  2. GRACIIIAS¡¡
    ami esta entrada em encanta..no por andaaa

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muchas gracias por comentar