la dure réalité

Se volvió a ceñir el vestido canela y a apretarse el corsé, Pauline empezó a sentir la música del salón pero ya no era como antes, ahora la melodía no hechizaba a sus delicadas piernas, simplemente se mostraba indiferente porque la rutina destruía a las personas... Él la miraba y caminaba de un lado a otro dentro de la habitación impaciente porque terminase, parecía que en cambio él había sucumbido al ritmo de la orquesta y la música del momento y estaba ansioso de salir al salón vienés.
-Estás muy guapa-Dijo acercándose a su rostro.- ¡Para! me estás desconcentrando y no puedo ponerme el collar.
Él se alejó y apagó el cigarro en el cenicero de la mesa, ella miró atentamente cómo el humo se perdía en el ambiente tras apagarse las últimas ascuas y las cenizas quedaban esparcidas en el recipiente de vidrio, miró las cenizas y entendió qué semejanza tenían con su vida por eso hundió su mirada aún más en ese escombro de polvo y observó cómo se desmoronaba y se apagaba, ¡lo mucho que se parecía a su mundo!, a pesar de los bailes y las cenas veía que el siglo XIX le quedaba bien pequeñito, ¡malditas novelas parisinas!, se repitió así misma; lo mucho que la habían hecho soñar para nada, para estar allí sumida en su monotonía habitual, vestida tal cual ellos querían, arreglándose sin glamour, perdida y bien enterrada en sus cenizas, en sus ruinas...
-Cariño te lo puedo abrochar yo- Repitió su marido mientras carraspeaba y se acercaba hacia su cuello para besarla.-¡Quita!, que me arrugas el vestido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

muchas gracias por comentar