La Historia de mi Solsticio.

Hubo una vez en la que aprendí a vivir muriendo. Creía que el corazón funcionaba porque sí y el mundo se sumía a su inercia, a un tiempo, a la espera... Era una interminable era glacial en la que mis palabras se congelaban, mis notas eran de escarcha y mi felicidad, humo... Creía ser un pájaro enjaulado, que con sobrevivir ya había tenido suficiente. Tuve problemas... Bebí para olvidar, para ser otra persona. Bebí porque no había calor suficiente en mi sangre como para deshacer la gélida nevada. Bebí porque no me quería. Repito, tuve problemas...

Después vi mundo, y sentí cosas que nunca jamás había sentido. Entendí que la vida era un tira y afloja y nosotros sus pañuelos. Quise a personas... Me enamoré de calles y países lejanos... El horizonte recortado de Colorado fue un soplo febril sobre mi persona. El álamo temblaba cerca de mi ventana y susurraba secretos que comencé a descifrar. Fue en ese preciso instante cuando hablé lenguas nunca habladas y nombré a los objetos con sustantivos que solo yo conocía. Hice un mundo paralelo al que existía, me hice escritor, me hice adulto y apenas tenía quince años.

Siempre concebí mi existencia desde una madurez prematura, un don y maldición a la vez. He aprendido a quererme, a no prejuzgar a las personas, a juntarme con todo tipo de clases sociales y empaparme de sus cualidades. Aprendí a aprender de mis errores, también a no usar ningún tipo de adictivo para vivir, así me sentí más libre. Puse nombre a mis problemas y los afronté, los superé. Viví para contarlo. Nunca tuve ayuda. Solo de las personas que me devolvieron la gracia a este mundo sin saber que había tocado fondo. Puedo decir que quiero a mi familia Able, que Aurora es una estrella en medio de América, que Denver posee una belleza singular e hipnotizante. También a mis Kiwis, que aunque vivan en las mismísimas antípodas los siento aquí, en mi esencia... 

Las palabras son un pasaporte al sueño.
El sueño es la región donde vivo.
Siento los tenues pálpitos de un cambio que no termina y es imparable...


Ahora vivo en mí y soy libre en la libertad, el viento ondea los aromas de la primavera. El invierno se ha marchado y ha dejado un río que fluye y en el que reverberan naranjos árabes en flor con su perfume de azahar.

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