Un Gin Tonic Bien Cargado, Por Favor.

Tercio era un hombre fracasado. En el trabajo, en la familia, en el dinero y ahora en el amor... Su matrimonio se había roto por una aventura que mantenía su mujer desde hacía más de cinco años. Se veía la mierda más mierdosa que había en el bar y bebía, para abastecer su barriga y enrojecer sus gordos y feos pómulos.

A su lado estaba Lissie. Historia triste. Niña rica y bien que había ido a parar a una relación enfermiza, con drogas, delitos y toda clase de porquerías por medio. Aunque estaba bien rota y parecía  mayor de lo que era todavía conservaba ese halo de princesa.

El alcohol les había hipnotizado, en ese estado en el que cualquier ser humano termina hablando solo, contando sus inmundicias, intentando ganar un grado de respeto entre todos los borrachos del local.

-Yo no soy un cualquiera, ¡soy Tercio Contador!, ¿quién es esa furcia para ponerme los cuernos? ¿acaso no me he partido la crisma trabajando para ella? Y no me ha querido... Era todo una maldita mentira, esto es una mierda.
Lissie le miraba desde la banqueta.
-¿Y tú qué miras? ¿te sorprende? Todas sois iguales, habláis de los hombres, de que el físico no importa... Pero, cómo os pierde una buena...
-Es usted un canalla.
La palabra "canalla" tenía algo de princesa, pensó. La hacía aún joven e inocente.
-Vosotros los hombres si que sois todos iguales... Creéis que por sentaros aquí y pegar cuatro gritos, la mujer que tenéis al lado se fijara en vuestra hombría... !Y no¡ Aunque esté deseando follarme, se va a quedar con las ganas, Tercio Contador. Así que no piense que le voy a acompañar al baño y me va a arrancar las bragas por contar sus penas y estar soltero y desesperado. ¡Eso nunca!
-!Ni lo estaba pensando¡ No voy a quitarle las bragas a ninguna guarra más, no caeré en ese error... Grato error sin duda, pero no, conmigo, mujeres de España, no volváis a contarme. ¿Acaso sabes tú lo que son quince años de matrimonio?
Lissie empieza a llorar desconsoladamente.
-Una vida señor Contador, una que me prometieron.
-Pues le digo señorita que hizo bien en no aceptar, porque después las promesas son una rotunda mierda.
-A lo mejor si hubiese aceptado no estaría aquí, sucia, borracha y llorando en una barra de un bar.
-Mejor aquí que haciendo la gilipollas en su casa con unos cuernos del tamaño de un alce.
-¿Hace cuánto no lo ha hecho?
-¡Hace siglos! Normal que mi mujer no tuviese ganas, ya venía servida de la casa del vecino... ¿Y tú?
-Hace demasiado también...
Se hizo un silencio ingrato.
-¿Cómo se llama?
-Tercio Contador, ya se lo dije...
-Lo sé, pero quiero empezar de nuevo.
-¿Qué propone?
-Que no tenemos nada que perder señor Contador.
-Pero soy mayor para una chiquita como tú.
-Fueron años que pasó al lado de una promesa rota, yo no le pienso prometer nada.
-Interesante...¿Y cómo se llama?
-Lissie. Sólo le pido una cosa, vayamos a su casa que estos baños están muy sucios.
Tenía algo de princesa, detrás de toda esa mala vida.
-Ah, y no me rompa las bragas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

muchas gracias por comentar