Para un Escritor Ido

Para cien historias muertas, que de todas ellas solo una tenga la suficiente verdad como para ser contada. Si el tío Tom tuviese la labia de antaño nos relataría cuentos hermosos... Para un sin sonrisa que se ahoga en humo. Para un escritor sin palabras, ido, muerto... Para un amanecer de nardo. Para un suspiro y un glizzando. Para todos ellos...

Para la inmensidad del Universo, un minuto de calma. Y para el silencio, otro de pasión. Nunca él usó demasiado la historia viva de entre toda esa maraña de muertes, por miedo a gastarla y a envejecerla. Por eso, cada vez que la contaba tenía algo de nuevo, algo de viejo, algo de nada... La sangre en el pecho se duerme y dormidos entendemos lo que aquí en la Tierra nos supera. !Qué naturaleza más mezquina la del ser humano, que aún sabiendo desconoce y aún siendo consciente de su existencia su fuerza le es inalcanzable!

Y todos lloramos una lágrima por sus historias calladas. Dejamos que un Requiem se apodere de nuestra calma y mientras un bajo continuo de órgano siemble nuestra estampa. Que se note que al tío Tom lo echaremos de menos, que no se diga que no le quisimos y que contra él se cometió una atrocidad. Para cien historias ahogadas en soga que al menos una tenga relevancia, para una tragedia de dioses y monstruos. Para él... Que nunca haya un recuerdo sin su ausencia. Ni una confesión sin su trama, sin sus palabras, idas.

Para los mil y un libros prohibidos, que al menos uno te sea otorgado. Que sus lomos te sumerjan en un mundo paralelo, de sueños y azahar encauzado en ríos de viento. Las abejas recorriendo tus entrañas tatuen de miel tu clandestina marcha. Palabras vedadas, moribundas y aún latentes. Palabras... Si hablan es porque no deberían decir nada y aún así dicen; secretos. Páginas en blanco que sostienen el verso. Cuestiones que nunca la humanidad debió preguntarse. Existencia. Respirar todo su peso, letra a letra que fluya por tu sangre  te empape de su hetérea sensación.

Una soga, 13 segundos, inconsciencia... ¿Paz? Quién sabe... Tío Tom, dime dónde se quedaron tus relatos, con sus insolubles y sencillas definiciones del amor imposible. Acaso se ahogaron con el vaho de San Petersburgo. No, que no se entierren y tras la arena se asfixien. Que lo que necesitan es libertad... Que tus palabras exhalen el viento de lo inexorable. Para un escritor sin libro. Para mil historias muertas, para un cielo de nardo. Para un pétalo negro, para un glizzando. Para ti, tío Tom, para ti, para tu infinitez rozando el cielo. Para que dentro de tu lecho jamás descanse tu alma. Para que lo haga en los libros y que tras mil y un libros prohibidos e innumerables historias sin vidas, quede siempre la tuya, con su triste y añil olor a lavanda.

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