El Barro de Las Botas se Quita con Saliva.

La noche estaba interrumpida por el fogueo, con el neón que trazaba la bala tras salir del cañón.  Y ahí estaba Mark. Luchando por su país, por la libertad, !sí, por eso, por la libertad y la gloria¡ Por tantas cosas inmortales a las que aspiraba. Él era el espíritu de su nación, el que volvería con la cicatriz en el hombro y tras darle un beso a su mujer vería a su hijo dos años mayor. Él era fuerte, como un roble. Insaciable en su sed de justicia.él era Mark. Hijo de un militar, nieto de un militar. Era todo lo que el mundo esperó de él.

Pero es mentira todo aquello. Mark vio el miedo reflejado en su propio semblante. Temblando, empapado, con barro hasta en los zapatos allí en la espesura de la selva de Vietnam. Se quería mear encima. Sus piernas vacilaban entre la humedad oscura y pesada de aquel infierno verde. Mark quería llorar porque no recordaba la sonrisa de su hijo, porque instantes antes le disparó a un vietnamita en la cabeza y la bala le atravesó limpia. Por los hijos de aquel hombre sin vida.  Le sangraba la pierna, así rajada y con aquel chorro cálido y rojo se sentía más humano. Mark temía más los rostros de sus compañeros. Pensaba que si se paraban a analizar sus gestos sabrían el terror que le atormentaba. Ya no sabía hacia donde disparar. De cualquier destello dorado provenía una persona. No sabía donde estaba el enemigo ni el amigo, tampoco sabía de joven que honrar a la bandera era esto. Nunca nadie se esperó otra guerra; no una de esas en las que se quería magnificar el capitalismo.

-Guerra de banqueros y políticos...- Maldijo. No era bueno para esto. Los vietnamitas no eran su presa. Quería follar, quería follar con su mujer. Quería tener su habitación con herramientas y arreglar cosas. !Pillarse un dedo con unos putos alicates¡ Quería comprarse un coche bonito, un buen Mercedes, ir al trabajo con corbata y leer el periódico los domingos comiendo huevos y beicon justo antes de ir a la iglesia. Envejecer frente al televisor, escuchando la radio, insultando a los demócratas, sí a los demócratas, !amigos de comunistas¡ Quería que le creciesen canas y ver crecer a sus hijos en el jardín. Soñaba el sueño americano convertido en realidad. Porque su realidad es que nunca nadie le dijo lo que era servir a la patria, su padre no explicó como perdió la pierna en el cuarenta y cinco, solo les enseñó las medallas.
Y con suerte, cuando saliese de ese lugar recibiría una insignia. Un trozo de oro y plata que otros mirarían con admiración, los que acaso supieran por qué se ganan lo harían con reservas y dolor.

Un tiro. Un maldito tiro silba en su oído. Raudo, veloz. Una décima de segundo. de pensar en gilipolleces, mientras a su lado el cabo Buggs es atravesado por el rayo de décima de segundo. Muerte instantánea. No hay tiempo para contemplaciones, Buggs está encharcado en muerte y Mark tiembla, pero, en su temblor siente un percutir análogo en su pierna. A su derecha observa el sargento Klein la sangre basta y veloz que orea la tierra húmeda. Klein tiene espasmos de pavor y vomita. Mark decide vencerse. Se irgue sobre su pierna sana con su M-16 sobre los brazos. Está sediento de algo superior a la sed, de verdad. Mark coge el arma y ve al humano enemigo, de joven no encontró aquel significado en el patriotismo feroz, pero en definitiva honrar la bandera es eso.
-En un mundo de depredadores, alguno tiene que ser el cazador.- Dispara y da en el blanco. Mata. No por él, ni por sus sueños ahogados en el fango de esa maldito cenagal, sino por los Estados Unidos de América.

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